jueves, 11 de agosto de 2011

Bay of Plenty I : Viviendo al extremo

Día 89 a 129 – 09/05/2011 – 18/06/2011


Llegamos con el toro después de 4 horitas de bondi desde Auckland hacia Mount Maunganui, Bay of Plenty, centro  latino durante esta época del año, dado que se trata de la capital mundial del Kiwi y donde gran parte de la banda de Gizzy estaba trabajando, por lo que tenía algún que otro contacto para, al menos, empezar a ver qué onda…
Así fue que recién llegado al “monte” y luego de una recorrida frustrada por los 2 hostels de la ciudad, decidí llamar al Ova, me acerque a su departamentito de lujo a 2 cuadras de la playa y me puso un poco al tanto de la situación: la posta estaba en el laburo en packhouse (empaquetadoras de kiwi), allí se puede lograr el objetivo de este momento, que es recuperar los mangos gastados y también ahorrar un poco más para lo que se venga después. La “pega” (trabajo, en chileno) consta de jornadas de alrededor de 10 hs. 6 días a la semana. Durísimo, pero el que quiere celeste…
Ya con el panorama un poco más claro y luego de un par de vueltas por monte buscando alojamiento (estos apart-hotel no eran mucho más caros que lo que se venía viendo en el resto de NZ) y tirando manotazos de ahogado vía Couch Surfing para que por lo menos nos banquen un par de días mientras nos acomodamos, pero nada.
Así fue que no quedaba otra, había que ir al Holiday Park de Te Puke, aquel que me recibió de colado un tiempo atrás en mi escala hacia Coromandel. Bastante fulero, pero nos sacaría del apuro. Mientras lo decidíamos Pablito, otro amigo chileno que conocí en Gisborne y que venía viajando con el Ova, me dice “che yo estoy vendiendo el auto y no lo estoy usando, porque no te lo llevas a Te Puke? le pones el cartel de venta y si pica algo se vende, sino todo bien… quédatelo un tiempo”
Increíble, cuando me había quedado sin forma de movilizarme me cae un auto del cielo. Le cargamos unos litros de nafta y partimos, ya de noche, hacia Te Puke. Al llegar al Holiday Park y registrarnos encontramos el apodo al auto de Pablito: “El Burrito”, debido a la consumo de combustible que por míseros 17 kms había hecho. Check in y al día siguiente por la mañana empezaría la recorrida para encontrar el ya tan necesario empleo.

Viviendo al extremo I: El Holiday Park


La de atras fue mi casa
Pasado el check in, el dueño del lugar (aquel que me echo a patadas un par de meses atrás, pero que ni se acordó de mi) nos llevó a nuestro tráiler, en un terreno donde había fácil 15 de estos, incluyendo en el que estaban parando Alex, La Pope y Vero, otra chica argentina. Nos acomodamos y, entre risas por esta nueva situación, nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente nos volvimos a subir al “burrito” en busca de trabajo, había 2 grandes packhouse donde aplicar pero, según un listado entregado por el i-site, también algunas algo más escondidas, además de algún que otro campito para pickear y, ¿why not?  Los negocios del no muy poblado centro del lugar.
 
Luego de un par de vueltas por todos estos lados nada salía, aplicamos en el packhouse más grande de todos, pero solo había lugar para los “casual”, es decir que te acercabas a la puerta y si ese día te necesitaban te quedabas, sino tasa-tasa, nada seguro. Hasta que la suerte llegó cuando al aplicar en “Satara”, PH que teóricamente suspendia mucho sus actividades por las lluvias, nos dijeron: “listo, están adentro, quieren empezar hoy o mañana?”, lo único que quedaba era ultimar detalles de horario, ¿turno día o noche? Por más duro y loco que suene creí que trabajar de noche me dejaría los momentos de sol libres para recorrer al menos un poco, al margen de mango extra que dejaba dicho turno. Entonces la jornada laboral arrancaría a las 6.30 pm derechito hasta las… ¡5am! Locura absoluta, pero era sabido que era por tiempo determinado mientras se recuperaban las monedas. Qué lejos había quedado aquél comentario de no querer trabajar.
Así fue que la nueva rutina se transformó en 10 hs de larga jornada laboral por las noches, llegada al H&P recagados de frio a la madrugada para encerrarnos en la caravan sin calefacción, claro está.  Levantarse, cocinarse algo y volver a la fábrica. El lugar tenía una cocina comunitaria con una mezcla de olores de todo tipo y orígenes imaginables, allí cocinabas para llevarte tu plato a tu caravan o bien, si tenías la suerte de que no llueva, de comer en una mesita al aire libre.
Las duchas obviamente también eran para todo el mundo y no muy agradables, roñosas luego del uso de los muchachos originarios de las islas del pacifico, que vienen a NZ a juntar unos mangos durante la temporada de packing y dejaban el mismo aroma que encontrabas en la cocina, pero ya fermentado.
Vida de obrero en su máxima expresión. Necesitábamos acomodarnos mejor, sabíamos que el Holiday Park era un interinato hasta encontrar algo más potable para poder vivir cómodos, en definitiva para eso se laburaba.

Pero no fue asunto fácil, porque tuvimos que devolver al burrito y si bien Seba llegó a Te Puke unos días después con la van, luego de venir a trabajar un par de días al packhouse por la noche se dio cuenta que no quería hacer ese turno y la vida nocturna, por lo que consiguió trabajo en otro de los packhouse pero durante el día y la van estaba a disposición de los trabajadores, o sea que por la noche la usaba yo con el Toro y de día Seba se iba a trabajar. No teníamos forma de salir a ver nuevos lugares donde vivir porque no cerraban los tiempos y la forma de moverse, cosa lógicamente que al cabo de un par de días ya empezaba a romper los huevos.
El asunto se agravó aún más cuando la semana de caravan se venció y había que ver que hacíamos. Podíamos renovar otra semana, pero eso nos achancharía la búsqueda de un nuevo lugar. Así, un par de días el toro durmió de colado en la caravan de Alex, mientras yo lo hacía en la van estacionada dentro del Holiday Park, en Mc Donalds (de donde me despertaron y rajaron), o bien parking público, luego de dejar a Seba y Den en su packhouse. De esta forma se liberaba la chancha para ir a recorrer Mount Maunganui nuevamente en busca de un techo.

Viviendo al extremo II: El lujo del Mount Maunganui


Entonces en uno de esos días en que la van se liberaba, nos mandamos junto al Toro y Juanma, otro amigo del Holiday Park, rumbo a Mt. Maunganui para buscar hogar. Luego de un reconocimiento del campo y no encontrar nada, volvimos a mandarnos a lo del Ova y terminamos alquilando en su apart-hotel, a unos 17 kms del laburo. La casa estaba espectacular: teníamos 2 piezas, una ducha que SI valía la pena, una cocina muchísimo más utilizable que la que nos venía acostumbrando el H&P (aunque inexplicablemente sin horno), a dos cuadras de una playa hermosa y una vista directa hacia el Mount Maunganui, montaña rarísima que le da el nombre a la ciudad. Y rarísima porque se trata de una península que termina con un monte en la punta, rodeado de playas muy lindas.





Así fue que en uno de los días libres, y estando a 2 cuadras del monte me dije: “si la montaña no va a Nico, Nico ira a la montaña” y al no poder levantar al Toro emprendí caminata solitaria para llegar a cumbre desde donde se puede apreciar una hermosa vista de la ciudad y de esta extraña geografía que ofrece el lugar. Allí me quede un rato hasta que una nube amenazadora se acercó, y me dije: “si la montaña quiere que me vaya… RAJEMOOO” y baje corriendo antes de ligarme un chaparrón.
Hubo también un par de días en que madrugué y me levante a las 2 pm para ir a la playa con amigos, como aquella vez con Alex (que había estado parando un par de días en casa de colado) y el Toro luego de un abundante almuerzo en BK y salir con las coronas de “Reyes de la hamburguesa” caminando por la calle, o con gran parte de la banda de Gisborne a tirarnos nomas, o bien solari con unos matecitos a ver un atardecer.  Así confirmaba que por más de estar medio destruido, valía más la pena laburar de noche y disfrutar por lo menos un par de horas de sol, si era capaz de hacer el esfuerzo de “madrugar”.





Todo parecía muy bonito, pero a las dos semanas de vivir de lujo debíamos dejar el apart. ¿Por qué? Porque se venía un fin de semana largo y preferían alquilarlo a turistas y también porque nos resultaba caro mantenerlo, si además sumamos el costo de combustible para ir a trabajar todos los días, que no podíamos juntarnos con los nuevos amigos del trabajo por vivir lejos, y que siempre estábamos con los huevos en la garganta esperando a que llegue el otro de trabajar con el tiempo justo, cosa que ya empezaba a generar roces en este equipo que de a poco se volvía multitudinario.
Den había decidido irse a la isla sur la semana siguiente y Seba se iría para ahí también un par de semanas después. Honestamente desde mis sensaciones fue lo mejor, porque yo no me estaba sintiendo cómodo viajando con tanta gente.
Volvimos a Te Puke, Seba consiguió vía TradeMe (mercadolibre) una casa barata y como se nos había hecho la fecha nuevamente y no teníamos donde caer parados fuimos a parar ahí sin demasiada pregunta, después de todo un techo siempre iba a ser mejor que caer de nuevo en el Holiday Park.

Viviendo al extremo III: Te Puke y la casa del terror


Caímos entonces en este nuevo hogar, nos recibió el owner y ya algo raro había en su rasurada cabeza mezclada con una larga barba al estilo vikingo, sumado a su perro mugroso de una de esas razas que las ves y ya te inspiran su respeto. Pero no hay problema: ese era el perro bueno, porque el malo estaba encerrado atrás, mierda! ¿¡Donde nos metimos!?

Nos acomodamos en la pieza al lado del garaje, bastante fría y más te resulta psicológicamente si sabés que no podes conectar un puto caloventor porque consume electricidad, regla que nos puso nuestro nuevo amigo Scott al entrar. La casa logró ganarse el apodo de “El Iglú”, por ser el único lugar en el mundo que al entrar tenés mas frio adentro que afuera, si incluso en el comedor sacabas el “humito” que te sale al respirar en el invierno.

El primer día que llegamos con el toro luego de trabajar ya a las 5 am, entramos en la oscuridad de la casa y nos dirigimos por el largo pasillo a nuestra habitación, pero había que cruzar el garaje donde dormía “Hércules”, nombre que le pusimos a Sairus, el perro de este personaje, inspirados en el perro vigilante de la película (cuidado Hércules vigila). Luego de un largo rato tomamos coraje y cruzamos corriendo a la pieza, ya no había tiempo para ir a mear antes de dormir, ese era un lujo para la mañana siguiente.

A la madrugada siguiente, al llegar de trabajar vivimos una nueva situación de thriller, porque pasó caminando un personaje hacia el garaje desde el baño. Que cagazo nos pegamos, pero al cabo de un rato este personaje apareció y nos pusimos a charlar. Resultó ser que Antonio, español de 40 años, era un bajista groso en su país, pero decidió dejar todo hace 3 años y empezar a viajar por el mundo, arrancando su travesía dándole la vuelta a áfrica, siguiendo por medio oriente, India y bajando a Australia e islitas varias para llegar a NZ, largo camino le quedaba  todavía por recorrer. Nos pusimos a conversar con él, y ese día hasta el mediodía no nos acostamos de lo interesante que resultaron sus historias y su forma de ver la vida. Con un comentario que le hacías te sacaba una radiografía psicológica, un tipo muy observador y con quien podías sentarte hablar largos ratos sin aburrirte, si incluso cada madrugada pasaba lo mismo, porque él se levantaba para ir a pickear y nosotros llegábamos, su trabajo se suspendia por las lluvias, pero no así las charlas que eran una fija hasta mínimo las 11 am cuando las pupilas no daban más.
El apodo de “Tío” que le había puesto Seba jodiendo con que era el “tío putañero”, le quedaba más que bien. No por lo putañero, sino porque era el tío de la banda, y porque era un tío de la ostia.

Toni nos comentó que el owner de esta casa era un neonazi, confirmando la teoría que Seba y el Toro ya habían olfateado en un principio, pero confirmado quedó cuando vimos su foto en el portarretratos con su moto y su campera con esvásticas. Historia para película: los 3 rusos en la casa del nazi. Pero obviamente no tenía por qué enterarse, así que seguimos viviendo ahí sin tener demasiado contacto con este muchacho.
Toni también nos advirtió sobre algunos problemitas de temperamento que tenía este pibe, que había echado a los flat mates anteriores por fumar en la casa, o que le pegaba a su novia, la bailarina erótica de internet, quien nos comentó que el personaje éste quería lucrar ofreciendo sus servicios a sus nuevos inquilinos.



Ya instalados en el pueblo donde trabajábamos pudimos juntarnos con los amigos con quienes pasábamos solo 10 hs por día en la fábrica, así mas de una vez nos juntamos por unas cervezas en el garaje de las chicas y también hicimos una escapada a las Mc Claren Falls, un lugar muy lindo, pero que al lado de las cosas que ya vi en este viaje no es nada del otro mundo.

Indigencia y supervivencia, lujos y comodidades y convivencia al límite con un neonazi fueron los extremos en que viví en la Bay of Plenty durante poco más de un mes:. Habrá un nuevo post sobre esta etapa para contar un poco más de cosas, pero me pareció copado contar primero como viví, para después darle un poco más de detalle al trabajo, sensaciones y demás.

Continuará

Nico